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FOCUS - America Latina N. 1 - 22/12/2017

 Avances culturales en la lucha contra la corrupción

Hace cinco años analizamos en la Facultad de Estudios Superiores Aragón los “Instrumentos jurídicos para un combate contra la corrupción” en el Tercer Congreso Iberoamericano y Cuarto Mexicano de Derecho Administrativo celebrado los días 24, 25 y 26 de marzo de 2011 en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho y en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México organizadas por el profesor Jorge Fernández Ruiz. Hoy somos más conscientes de que estamos frente a un problema mundial, “it is also a worldwide phenomenon”. Ya antes nos habíamos dedicado al tema y en aquella importante reunión procuramos demostrar que no era un problema de cantidad y calidad de normas jurídicas para construir verdaderos instrumentos para una lucha contra la corrupción; sostuvimos –e insistimos hoy- que los mecanismos más importantes deben ser producidos por la cultura, primero, por la política después –como su consecuencia necesaria e inevitable- para luego aparecer en el campo jurídico expresado en normas y procedimientos eficaces.- Recién ahí, en el ámbito de un renovado plexo de valores es posible construir instrumentos jurídicos que expresen esa nueva cultura. En otras palabras, mientras en nuestro país la corrupción sea motivo de envidia, como lo denunciaba Pedro José Frías, o de “risas en la sala” cuando se vota en el Congreso de la Nación Argentina la ley de adhesión a la Convención Interamericana contra la Corrupción, como lo recuerda Mairal, es muy poco lo que se puede hacer con eficacia en el campo jurídico. Si no contamos con un verdadero rechazo cultural a la corrupción y a sus protagonistas y partícipes necesarios, públicos y privados, no será posible encarar un combate serio contra este mal que aqueja profundamente a las administraciones públicas y a las instituciones iberoamericanas en general, con algunas excepciones como Uruguay y Chile. Podemos afirmar que el fenómeno no se ha detenido. Es más, existen algunos indicios que indicarían que se ha agravado en su magnitud. Así como Italia y Cuba ocupan el puesto 60°, Argentina defiende con fiereza, y relativo éxito, su ubicación alrededor del 95° en el ranking de percepción de niveles de corrupción que elabora y publica “Transparency International”. En nuestra Iberoamérica observamos que el proceso de corrupción muestra síntomas de haberse agravado cuantitativamente –decimos- por la magnitud de los hechos, de las cifras involucradas, y por el rango jerárquico de los funcionarios responsables, pues hoy tenemos presidentes y altos funcionarios directamente implicados. Pero también podemos afirmar que, desde otro punto de vista, también comprobamos hechos significativos que podrían ser considerados para demostrar que el panorama ha mejorado sensiblemente porque se va evidenciando con mayor nitidez un rechazo de nuestros pueblos hacia la corrupción y ello se debe a que existe una mejor percepción de la estrecha vinculación entre la pobreza estructural y aquellos sistemas de corrupción; entre el ocultamiento y el secreto y los comportamientos corruptos; entre esos ámbitos de corrupción política y una multitud de delitos que se hacen posibles gracias a ellos aunque no participen directamente; entre esas compras en licitaciones amañadas con decenas de muertos por causa directa de esas trampas. Hoy en nuestros países decimos “la corrupción mata”. A esta percepción debe sumarse la atenta observación que provoca en la región el proceso de persecución penal efectiva que se está desarrollando en el Brasil y que alcanza a las cúpulas de poder político de todos sus países vecinos en Sudamérica; y también el inicio, con atraso evidente, de procesos penales orientados a la búsqueda de responsables de actos de corrupción ocurrida en los últimos años en Argentina. Estos despertares de conciencia están modificando sensiblemente la actitud cultural de la población hacia el fenómeno, acercándola a ese rechazo creciente que justifica el título relativamente optimista de este ensayo... (segue)



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